domingo, 29 de abril de 2007

La palabra y el ruido

El hombre moderno es el que vive en un mundo desertado por el silencio; o más exactamente: en un mundo donde la antigua relación entre ruido y silencio se ha invertido: lo excepcional ya no es el ruido (música incluida), sino el silencio.

Las múltiples consecuencias de esta inversión podrían llamarse existenciales: otra relación con la naturaleza, con el descanso, con la belleza, con la música, también algo que me parece de una importancia excepcional: otro lugar concedido a la palabra. La omnipresencia del ruido provoca no sólo una alergia al ruido (lo cual es una evidencia médica), sino también (lo cual es una sorpresa existencial) una necesidad de ruido; de esa evidencia resulta, por ejemplo que, en la radio, la palabra vaya casi regularmente acompañada por un fondo sonoro, ya sea música o sonidos reales (de una fábrica, de una calle, etc.)

Para quien escucha, la palabra queda doblemente confundida: por el ambiente sonoro de la habitación donde se halla la radio y por el sonido elaborado en el estudio. Por lo tanto, no sólo se oyen peor las palabras, sino que la palabra, en general, como tal, ya no ocupa como antes el lugar privilegiado que tenía en el mundo sonoro; no incita ya a concentrarse con atención; la palabra ya no es sino un ruido entre otros.(Milan Kundera)

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